No recordaba un amanecer tan perfecto, se asomó soñolienta a la puerta abierta que daba acceso al patio frente al monte Pajariel la mañana no era demasiado fría pero una fina brisa la obligó a ajustarse la bata. Inspiró profundamente para llenar sus pulmones de aromas a rocío y a verde, el oxígeno que en la ciudad le faltaba.
Un sonido surgido de entre los matorrales la distrajo, parecían pisadas en la hierba. Su mirada concentrada en el paisaje se perdía en el montículo de maleza, durante un instante le pareció distinguir agazapado a un cuadrúpedo de pelo oscuro frente a ella aunque no podía estar segura del todo. Sigue leyendo