No recordaba un amanecer tan perfecto, se asomó soñolienta a la puerta abierta que daba acceso al patio frente al monte Pajariel la mañana no era demasiado fría pero una fina brisa la obligó a ajustarse la bata. Inspiró profundamente para llenar sus pulmones de aromas a rocío y a verde, el oxígeno que en la ciudad le faltaba.
Un sonido surgido de entre los matorrales la distrajo, parecían pisadas en la hierba. Su mirada concentrada en el paisaje se perdía en el montículo de maleza, durante un instante le pareció distinguir agazapado a un cuadrúpedo de pelo oscuro frente a ella aunque no podía estar segura del todo. Sigue leyendo
— ¡Ding, dong!
La cápsula se vacía rápido pero mis pulmones no, siguen encharcados de aquella cosa tan viscosa. Por unos segundos temo por mi vida, hasta que logro expulsar por la boca aquella especie de líquido amniótico en el que llevo tanto tiempo sumergido. Al hacerlo siento tal sensación de alivio que hasta me mareo.
Justo en el lado opuesto del rio por el que iba paseando, un griterío enorme llamó poderosamente mi atención, centenares de personas contemplaban aquella terrorífica escena.