Me acomodé en el sofá con una cerveza en la mano y agotado después de un duro día de trabajo. Frente a mí, una presentadora de informativos con unos grandes pechos, me explicaba por enésima vez la situación política del país. Que si éste está imputado, que si el otro no está de acuerdo con las medidas económicas del actual gobierno, etc. Y yo, en modo “encefalograma plano” dejaba mi mirada perdida sobre la pantalla luminosa del televisor, sin prestar apenas atención. Sigue leyendo
historias de amor
La Cita
La cita era a las ocho de la tarde. Laura Vives era la última visita del día. En la sala de espera no quedaban más pacientes y Aleidys, la recepcionista y esposa del doctor Rojas, había dejado las llaves de la clínica dental encima del mostrador de recepción para que fuera éste quien cerrase el local al terminar.
Antes de esa cita había habido siete más. Pablo Rojas y Laura Vives se habían conocido hacía un mes y medio cuando ella empezó a sentir un intenso dolor en el maxiliar inferior número treintaiséis. Laura siempre había tenido pánico al dentista y llevaba años sin pisar una consulta. Pero ante lo insoportable de aquel dolor, se vio obligada a claudicar y a pedir hora urgentemente en la clínica a la que acudía su madre, donde según ella, todas las personas que trabajaban allí eran encantadoras y el doctor Rojas tenía unas manos milagrosas. Sigue leyendo
Un día fatídico
¡Por fin en casa!, pensó. Había sido un día horrible. Estaba muy angustiada. Después de un rato de luchar con su conciencia, su cabeza le decía: la dieta, la dieta, la dieta…, abrió la caja convencida de que iba a darse un atracón histórico de chocolate y así aplacar su desazón. Pero cuál fue su sorpresa al abrirla y descubrir que sólo quedaba un bombón, un único, triste y hasta ridículo bombón. Se veía tan pequeño en esa gran caja vacía. Suerte que al menos era de su chocolate preferido: puro chocolate negro y relleno de licor,—¡algo ayudará!, pensó. Sigue leyendo
La gran noche
Nos hacemos paso entre la multitud, él aprieta fuertemente mi mano, el griterío es ensordecedor, apenas puedo escucharle y no entiendo lo que me dice, pero veo su sonrisa y eso me tranquiliza; nada malo me puede suceder si estoy junto a él. ¡El clásico ha sido una pasada! Sigue leyendo
Su princesa
– Niña, ¿qué hora es? –me pregunta después de compartir juntos unos minutos en silencio.
– Son las cinco y media –respondo mirando mi reloj de pulsera. El reloj de la sala de estar va atrasado desde la semana pasada.
– ¿Vamos a merendar? –continúa él.
– Claro –le respondo pellizcando suavemente su rodilla.
-¿Y la abuela vendrá?
– Estará al caer, abuelo. Sigue leyendo
Hombre en mecedora

Dormitaba en un intento de soñarla de nuevo, para crearla, recreándose en su recuerdo. Al cerrar los ojos la veía nítida y real. Perfecta. Tan cerca que podía sentirla, pausada y dulce, rítmica al compás de los latidos de su gastado corazón levemente agitado por su anhelo.
Hoy se mece en un cálido duermevela, acariciado por el sol vespertino filtrado tras el fino visillo. Todavía la sueña, la nota, la añora y la ama como sólo un genio atrapado lo logra.
Quizá la dibuje de nuevo, la perfile, la plasme, al óleo, a la acuarela o al carbón para dar vida a su pasión.
Mar González