No me gusta ir a la peluquería, me resulta irritante estar ahí tanto tiempo esperando, para que me hagan algo, que con las herramientas adecuadas, yo podría hacerme en casa en la mitad de tiempo, lejos del incesante parloteo de las clientas, con ese elevado tono de voz. Pero eso las demás chicas no pueden entenderlo, ellas lo ven como algo genial y estupendo, ya que mientras están allí, no tienen que aguantar a sus familias que son, para ellas, un pequeño lastre que no las deja respirar.
Románticos
Lluvia en los zapatos
Una fuerte tormenta nos sorprende esta tarde a la salida de la cafetería de la Barbican Library, pero por suerte, el apartamento en el que vivo desde que me mudé a Londres no queda lejos, así que sugiero a Katie correr hacia allí para tratar de guarecernos de la lluvia. – ¿Puedo subir a tu casa hasta que pare de llover? –- me pregunta con la lengua fuera tras la carrera – Mi autobús no pasa hasta dentro de una hora. Sigue leyendo
Jazmines andaluces
Sobre las estanterías había un libro de cubiertas gastadas que daban fe del paso del tiempo sobre lomo de sus tapas. Había pasado de generación a generación sobreviviendo a todas las historias de la familia. Lo cogí en mis manos con firmeza y temor a la vez. Pesaba pero a la vez amenazaba con desintegrarse, soplé con fuerza y una nube de polvo se esparció por toda la estancia, un cosquilleo en la nariz me hizo estornudar. Lo deposité con cuidado sobre la mesa maciza de roble y abrí la ventana del viejo caserón. Entró la luz a raudales y me asomé al patio interior. Sigue leyendo
Cariño, no es lo que parece

Entro con cuidado en casa intentando hacer el menor ruido posible. No quiero despertarle. Me descalzo los peet toes que me han destrozado los pies. Cuando me los puse a las diez de la noche creí que seria una genial idea impresionar con esos taconazos. Después de siete horas, mis pies no opinan lo mismo. Entro en silencio en el baño para quitarme el maquillaje. El eye liner que tan perfectamente definido llevaba hace unas horas, ha acabado difuminándose para hacerme parecer un mapache. No queda ni rastro del gloss de mis labios. Mi ropa huele a humo de tabaco así que decido desnudarme allí mismo e ir directa a la ducha. Sé que no son horas, pero no quiero meterme en la cama oliendo a bar y provocarle una de esas ideas que se le pasan de vez en cuando por la cabeza. Sigue leyendo
La revelació
_ Com està el seu pare? _ em pregunta en trobar-me a la vora de la màquina de cafè, al passadís. La dona, d’uns setanta anys, menuda i prima, està visitant la malalta que comparteix habitació amb el pare, a l’hospital.
_ Es recupera força bé _ responc _ Aviat podrà tornar a casa. I la seva amiga?
_ Per desgràcia, això de la Rosita no te remei! Diu que li queda poc per… Per anar-se’n d’aquest món! Sigue leyendo
El Río
Dicen que no puedes bañarte dos veces en el mismo río, porque todo está en constante cambio y ni el río ni tú seríais los mismos.
Esa era la sensación que tenía Paula cada vez que iba a relajarse a la orilla del río Tajo. Tenía por costumbre huir a aquel lugar cuando se sentía agobiada dentro de la ciudad. Vivía en un pequeño apartamento en el centro de Madrid. Había dejado su Granada natal, para trasladarse allí y poder cursar sus estudios de interpretación. Paula por encima de todo, quería ser actriz.
Los primeros meses fueron muy duros. Con el dinero justo para sus estudios y poco más, dormía en albergues y comía en comedores sociales. Acostumbrada al cálido cobijo de su familia, Paula tuvo que madurar a un ritmo de vértigo. Tenía tan sólo 18 añitos, pero muchos sueños por realizar. Sigue leyendo