La Gran Vía en otoño está preciosa, hoy luce diferente, brilla con este azul limpio o así me lo parece.
Mis pies se detienen junto a la calle Viladomat al llegar a la casa Golferich. Mis manos acarician aquello que el arquitecto dejo al alcance de los peatones. Su portón de dos puertas, su reja, su estructura modernista me hacen soñar en principios del siglo XX y me pregunto cual será el destino que el Ayuntamiento tiene previsto para esta vivienda de suntuosas ceramicas y maderas preciosas. Sigue leyendo