Bonito despertar

¡ Zas ¡. ¡ Zas ¡. ¡ Zas ¡

El sonido es claro y me llega amortiguado, lejano y próximo a la vez.

Y se repite, tiene ritmo, resuena en mi habitación.

La luz no se filtra y no entra en mi cuarto. En mi aposento, de verano, no tengo ventanas. Para acceder se deben atravesar dos puertas, sin picaporte. Para abrirlas hay que girar la llave en su cerradura, y tiene truco, no es de fácil acceso.WP_000534

Una puerta da a la sala grande, donde descansan mis padres con mi hermana pequeña y la otra integra el pasillo y el corredor.

Busco a tientas el cordón de la luz, acciono el pulsador (de tipo pera ) y se ilumina el cuarto. Mis ojos no se quieren abrir, la fiesta de ayer noche en la veiga termino ya de madrugada para mi.

Me gustaría continuar aquí postrada remoloneando, pero el verano me invita a su festín.

No sin esfuerzo, logro vestirme.

Abro la puerta y nuevamente el golpe se repite, y su sonido guía mis pasos hacía la parte posterior de la casona de piedra.

¡Zas¡ ¡Zas¡ ¡Zas¡

Bajo al patio y accedo a la parte de donde viene el sonido.

Me acerco, ahora su eco es más próximo y también escucho una canción al ritmo de los trompazos.

“ A virgen de Guadalupe ¡ Zas ¡

cuando vai pola ribeira ¡ Zas ¡

descalciña pola área ¡Zas¡

parece unha rianxeira ¡Zas ¡

Mi abuela anda “peneirando” la lana de los colchones de la sala grande, sobre el suelo se ven desparramadas indolentemente, sus tripas.

Mi madre la ayuda, como puede, en la tarea de azotar con palas y ambas, bien acompasadas, están azotando y cantando al unísono muy concentradas, no se han percatado de mi silenciosa llegada.

Ahora ya no lamento haberme despertado con este soniquete, aún doliéndome como me duele la cabeza.

Sobre un montón de lana, ya aireada y torturada, descansa una solitaria pala, no tengo nada que pensar, su mango quiere también salir a bailar.

Y así se resume una jornada de verano en aquella mi aldea gallega, tres generaciones de mujeres se unieron en la ardua tarea de recolocar el relleno de los colchones de lana.

Al terminar la mañana mi abuela lucia sobre su faz una belleza lozana y mejillas sonrosadas, mi madre rostro color grana y en mi cara, para completar la escena, se dibujaba una sonrisa de oreja a oreja. Fue un bonito despertar.

M. Isabel Penelas

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