Por Montse Muñoz Rodríguez
-¿Pero tú te quieres? – Llevo una semana dándole vueltas a esta maldita pregunta. Aquella estúpida camarera me la hizo de manera automática al ver como yo volcaba, por accidente y sin inmutarme, mi plato de sopa hirviendo sobre mis piernas. Ella la hizo de forma instintiva, pero a mí me dejó mudo.

– ¿Me quiero? – No recuerdo sentirme querido en ningún momento de mi patética vida, tampoco haberlo sentido por nadie y menos aún por mí.
En el transcurso del tiempo, mi vida se ha ido llenando de rabia e ira; es el único sentimiento al que he dejado cavidad en ella. Ni tan siquiera odio, solo rabia.
No me siento orgulloso de ser quien he llegado a ser, pero tampoco me odio por ello. Soy un mierda… sí. Pura escoria. Sigue leyendo