– Niña, ¿qué hora es? –me pregunta después de compartir juntos unos minutos en silencio.
– Son las cinco y media –respondo mirando mi reloj de pulsera. El reloj de la sala de estar va atrasado desde la semana pasada.
– ¿Vamos a merendar? –continúa él.
– Claro –le respondo pellizcando suavemente su rodilla.
-¿Y la abuela vendrá?
– Estará al caer, abuelo. Sigue leyendo
