Per Montserrat Baduell
Mientras bajaba del autobús en dirección a su nuevo trabajo, Alberto pensaba en las vueltas que da la vida. Hacía dos meses había cumplido cincuenta y cinco años y, sin embargo, se sentía como un joven imberbe ante su primera ocupación. Nervioso.
Había trabajado treinta y cinco años en esa empresa, lo había dado todo por ella, incluso su precaria salud, y ahora, a su edad, lo habían abandonado a su suerte, cuando en vez de eso tendría que estar saboreando la cercanía de la merecida jubilación y la sensación de seguridad de la que ahora carecía.
Al llegar a su destino, una muchacha que podía ser su hija le sonrió y le preguntó en qué podía ayudarle. Al oír la respuesta, ella le miró con curiosidad. Él no pudo evitar la sensación de incomodidad.
Le dirigió a un despacho en el cual le esperaba su nuevo jefe. Ambos se miraron mutuamente, expectantes ante lo que les esperaba a partir de ahora. Él tendría que trabajar a las órdenes de un joven de no más de veinticinco años, trajeado y con aire de superioridad. Por su parte, el joven debería darle órdenes a un hombre, ya maduro, bregado en mil batallas.
De todas maneras, Alberto sacó fuerzas de flaqueza y le sonrió.
– Venga conmigo, Alberto. le mostraré su mesa – le dijo el muchacho, manteniendo su seriedad.
Era una mesa pequeña, en un rincón del despacho. una grapadora, un teléfono y una cubeta eran los únicos objetos que había en ella. ni siquiera un ordenador o una mísera máquina de escribir, pensó Alberto.
Esa maldita crisis le había conducido hasta ese momento. Era devastador pensar que tras tantos años en un trabajo de cierta responsabilidad, iba a realizar tareas administrativas destinadas a los mas jóvenes y con menos experiencia.
Pero a pesar de ello, se irguió y con orgullo se sentó a su nuevo puesto de trabajo.
Al rato, otro joven se acercó a su mesa.
-Perdona, tu serás…
-Sí, yo soy el novato, le dijo con una gran sonrisa, pero me puedes llamar Alberto.
Muy bueno y cortito, como a mí me gusta. Cuantas personas habrán pasado por situaciones similares…
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Demasiadas, por desgracia, José. Muchas gracias por este primer comentario.
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Sí, al leerlo me acordaba de mi padre que pasó por una situación similar. Él llevó una sección de 120 personas entre hombres y mujeres y cuando la empresa quebró fue al paro con 55 años y encontró trabajo como chico de los recados en una imprenta. Todo un desafío para él.
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