La Mari de Can Palmeras

Reto literario                                                                                                                                        Escribir un relato donde aparezcan las palabras:                                                                             femenina,  tractor,   democracia,   delfines , palmeras

masia_en_venta_en_calle_mayo_prat_de_llobregat_el_de_340_m_6_habitaciones_por_450_000_101011201853034727Era de esperar que acabara marchándose –fueron los comentarios de los payeses vecinos, aunque ninguno de ellos jamás la hubiera animado a hacerlo, sino más bien al contrario. A María solían decirle que conocía suficientemente el negocio como para llevarlo ella sola y que su madre estaría bien atendida en la vejez, pues daban por hecho que la pequeña de Can Palmeras no se casaría ni tendría hijos, y que se haría cargo de la masía familiar y de las tierras. Siendo una adolescente, a María solían molestarle esos comentarios, pero ahora ya rondando los cuarenta, y sin familia propia, los aceptaba con resignación. O al menos eso les había parecido a todos hasta entonces.

María siempre había arrimado el hombro en casa. Desde muy joven le habían encargado toda clase de tareas y ella había demostrado que valía para faenar en el campo. Ya fuera agachada recogiendo lo sembrado o subida al tractor , trabajaba de sol a sol, codo con codo con los jornaleros, como una más y no como la hija de la dueña. Los hombres la respetaban por eso y la trataban como a uno de ellos. Y dado que María resultaba poco femenina enfundada en el mono de trabajo y con las botas llenas de barro, nadie nunca imaginó que bajo todo aquel polvo y trabajo duro , una mujer todavía joven aspiraba secretamente a hacer algo más con su vida.

Pero aquello se acabó intuyendo al conocer la noticia de la “fuga” de la Mari de Can Palmeras, que fue el nombre con el que los vecinos bautizaron el cotilleo. La muchacha se había ido sin más, sin decir nada a la madre, ni a ningún familiar, vecino o jornalero. No escribió ninguna nota de despedida, ni siquiera para hacer un reproche. Días más tarde supieron donde se había ido tras comprobar que lo que faltaba en su habitación era las pocas prendas veraniegas de vestir que tenía y el dinero que guardaba en una pequeña caja de madera lacada que le había regalado su padre el día de su Primera Comunión. En un cajón de la cómoda encontraron los folletos de su posible destino: “Costa Rica, piérdase en sus playas, disfrute de su naturaleza salvaje. No olvide nadar con sus delfines”.

En aquella casa donde nunca existió la democracia y todo el mundo se movía bajo el bastón de mando de Doña Rosa, su hija María, aquella cuyo destino todo el mundo parecía conocer, decidió que ya había sido una buena hija demasiados años y que ahora le tocaba vivir su propia vida. Tras su marcha, la gran palmera que presidía la entrada de la masía enfermó y fue secándose por dentro, al igual que Doña Rosa, que enfermó de culpabilidad y de rabia por haber perdido a su hija y su heredera. Y es que María decidió cambiar las rectas palmeras de su hogar por la palmera curvada de la famosa foto, aquella que crece en el Caribe y que huele a la calma, a descanso y a alegría tropical. Justo lo que María necesitaba en ese momento de su vida.

Beatrice Holmes

Un comentario en “La Mari de Can Palmeras

  1. Magnífico relato Beatriz. Todas y cada una de nosotras llevamos una Mari de can Palmeras dentro. Esa lucha constante entre lo que hacemos y lo que deseamos hacer, ser políticamente correctas con el entorno y adaptarnos a lo que se espera de nosotras o bien desaparecer literalmente del mapa y poner punto y final para reescribir nuestra vida desde cero.
    Me ha encantado la frescura y la sinceridad del relato.

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