En la almohada
sus sueños.
En su cabeza
aquellos leñosos cedros
y el galopar del caballo
que de entre los almendros
descendía hasta el río
sus largas crines meciendo.
Y el río le esperaba abajo
tras los juncales espesos
donde el agua batía
entre guijarros bien gruesos
la fina arena de un fondo
que no llegaba a dos metros
y donde era fácil cruzarlo
para acercarse hasta el pueblo.
Comenzaba a beber el caballo
que venía desde tan lejos
que cuando llegaba al agua
nada podía detenerlo.
Y luego de su sed saciada
volvía a ese bosque espeso,
no se atrevía a aproximarse
cruzando el río hacia el pueblo
donde la niña soñaba
con el animal de blanco pelo.
Eduardo Torralvo.
Estupendo, Edu. Muy bonito.
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