Anoche me asomé pensativa a la ventana. El fuerte viento golpeaba los árboles con brusquedad y yo, asustadiza, me estremecí. Suerte que desde mi confortable habitación no notaba un ápice del aire que amenazaba con entrar llamando fuertemente a mis ventanas. Era noche cerrada cuando la inspiración llegó a mi. Mi cabeza no paraba de crear. Giré sobre mis talones y fui directa a encender el portátil. No podía dejar escapar la oportunidad que me había brindado mi mente hasta ahora obtusa. Me acomodé en mi silla giratoria y empecé a escribir. Sigue leyendo
