Vergüenza ajena o envidia

Eran más de las tres de la mañana y seguía sin pegar ojo. Posiblemente, era la noche de verano más calurosa que recordaba. En su casita de la playa, ni la brisa marina conseguía mecerla y sumergirla en los brazos de Morfeo. Ya no sabía qué hacer. Así que, saltó de la cama y decidió ponerse su vestido ibicenco y salir a pasear por la orilla, al menos le relajaría y se alejaría de sus pensamientos.

amanecer

Caminó por la Playa Larga, una playa ideal para pasear, ya que en ella nunca se veía el final del paisaje. No era consciente de cuánto tiempo llevaba caminando, pero llegó a unas rocas que parecían ocultar tras de sí una cala. Era una cala de difícil acceso a pie. Pero cuando llegó por fin al rincón de arena que tenía, contempló una calita paradisiaca, encerrada, secreta incluso, un lugar ideal para esconderse de miradas indiscretas. Así que no se lo pensó más, se quitó su vestido blanco y se metió en el agua a nadar.

Empezaba a amanecer y el reflejo de los primeros rayos de sol en el mar era espectacular. Cuando se cansó, se giró y contempló su preciosa calita descubierta al azar, y pudo observar que, desde el mar se veían toda una serie de calitas muy similares a la suya y a las que se sólo se accedía en barco.

Estaba exhausta. Quizás ahora sí que conseguiría conciliar el sueño. Tanto caminar y nadar, hasta le había entrado un poco de hambre. Decidió volver, pausada y relajadamente, para contemplar lo que la bella costa le mostraba. Y, mientras nadaba, iba pensando que en cuanto llegara a casa se prepararía el desayuno y luego se acostaría un rato. De repente algo distrajo su atención.

A medida que se iba acercando a la costa, las pequeñas calas se iban definiendo como si se fuera creando un dibujo sobre el papel. Y en una de ellas, parecía que había alguien. Y pensó: “ay madre que yo estoy desnuda y no quiero que me vean… Uf, menos mal, creo que no se ve de una cala a la otra. Así que he de llegar a la orilla sumergida y ya está”.

Pero, a medida que se iba acercando, vio que eran dos personas desnudas. Enseguida se dio cuenta que estaban haciendo el amor. En ese momento deseó desaparecer para que no la vieran, para no ser descubierta. No quería que se rompiera esa magia. Le pareció tan bonito e idílico: dos cuerpos desnudos sobre la arena ajenos a todo a su alrededor. ¡Qué podía haber más maravilloso!

Ester Villanueva Morales

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